1483. Después de años de vicisitudes en los que el amor que se profesan se ha visto amenazado en incontables ocasiones, Ricardo de Gloucester y su mujer, Ana Neville, son coronados en la Abadía de Westminster como reyes de Inglaterra. Parece que la lucha por el poder llega a su fin; los Lancaster están completamente derrotados —sólo el bastardo Enrique Tudor, exiliado en Bretaña, intenta resistir— y los partidarios de los hijos de Eduardo IV, encerrados en la lúgubre Torre de Londres, se resignan a su suerte. Pero las buenas intenciones de Ricardo chocan contra los intereses de los poderosos del reino, que no le perdonan muchas de sus leyes. Las traiciones se suceden y los acontecimientos se precipitan en la famosa batalla de Bosworth. Sandra Worth nos ofrece una imagen mucho más humana de Ricardo III —desechando la que nos dio Shakespeare de un rey malvado y cruel—, y nos lo presenta como un hombre adelantado a su tiempo, volcado en su reino y su familia, tenaz y con una personalidad arrolladora.