Es el día del estreno de la óperaTannhauser de Wagner y acaba de terminar la representación. Sobre el escenario, el barítono, de nombre Lucien, está siendo merecidamente ovacionado por el público. En un momento dado fija la mirada en una de las primeras butacas y allí descubre a una hermosa mujer que le resulta familiar. Algo en su interior le dice que la conoce pero es incapaz de recordar quién es. Se cruzan las miradas varias veces y ella le sonríe. ¿Quién es esa misteriosa dama que igualmente parece conocerle a él? Un instante antes de caer el telón ella le muestra un libro. Cuando cesan los aplausos del público, Lucien baja corriendo hasta el asiento pero la mujer ya no está. Sin embargo le ha dejado algo, se trata de un libro que esconde un mensaje en su interior. Un mensaje que el propio Lucien había escrito veinte años atrás: «Violeta, Sangre, Turandot», dice la nota. La novela es un viaje en el tiempo, un viaje a una etapa muy importante en la vida de Lucien, donde él mismo nos cuenta en primera persona —a modo de confesión a veces desgarradora, a veces entrañable y divertida— sus intentos por saber quién es Violeta.
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