Esta es la historia de un joven florentino contada por él mismo, al que su padre envía a Sevilla a los 18 años para que aprenda el oficio de comerciante. Sevilla es, a finales del siglo XVI, el emporio del comercio mundial, y ningún sitio mejor que la ciudad del Guadalquivir para convertirse en un astuto mercader. Movido por su afán de hacer negocios fue mercader de esclavos, de especias, de sedas y de productos exóticos. Tras quince años de peregrinar de un continente a otro regresa a su Toscana natal después de haber viajado de Cabo Verde a Lima, de México a Nagasaki pasando por las Molucas, para seguir vía Macao y Goa, hasta Holanda , Francia e Italia. Estuvo encarcelado en Colombia y en China, fue testigo de un motín abordo de un barco en Japón. En la Isla Santa Helena es capturado por corsarios holandeses, que le robaron toda su fortuna. Viajero curioso e infatigable, cuando regresa a su país está completamente arruinado, pero cargado de miles de experiencias que resume en unos escritos, que él llama “Razonamientos”, destinados a informar a su protector, el Príncipe de Médecis, de todas sus peripecias. Pocas veces hemos tenido la ocasión de conocer las impresiones de los comerciantes, de los que realmente creaban riqueza con sus trueques, su tráfico y su comercio. Sus escritos muestran curiosidad y fina observación, y difieren, como es lógico, de los que nos hubieran ofrecido los viajeros de aquella época, normalmente marinos, militares o frailes. Sólo por esto, y como contrapunto, vale la pena conocer este maravilloso libro de Francesco Carletti que describe la primera vuelta al mundo de un comerciante, hace más de 400 años.