El último gran baile se abre con el nombramiento de Napoleón como primer cónsul en octubre de 1800 y se cierra con el divorcio y muerte de Josefina tras el exilio de Napoleón en la isla de Elba en 1814. Durante los primeros años, la popularidad de Napoleón y Josefina crece de forma espectacular, pero también crecen los odios y las envidias entre sectores del gobierno y la alta sociedad. Tampoco en su vida matrimonial tienen los dos esposos tranquilidad: Napoleón desea ardientemente un hijo, un heredero, pero Josefina no puede dárselo y, por añadidura las intromisiones del clan Bonaparte son constantes. Finalmente, en 1803 Napoleón se autoproclama emperador y corona a Josefina como su emperatriz, cumpliéndose así lo que le había predicho en su infancia.