Se trata de una tormentosa y convulsa época, en la que el Santo Oficio azota y castiga con el látigo de la opresión y la intolerancia hasta al más común de los mortales.
En esos azarosos tiempos el Comendador de la Orden de Calatrava, acuciado por las sospechas y el seguimiento cada vez más próximo y cercano del inquisidor general Fray Tomas de Torquemada, parte junto a tres de sus más fieles y leales seguidores secretamente del castillo calatravo de Alcañiz para dirigirse a la ciudad de Çaragosa.
Su destino e intención: reunirse con el maestro escultor Damián Forment, para ocultar y salvaguardar una preciada y buscada reliquia añorada desde siempre por la Iglesia y por un sinfín de monarcas y reyezuelos ávidos de poder.
Con la decidida intención y el deseo de no levantar sospecha o suspicacia alguna, se visten con los hábitos y la condición de humildes peregrinos. Ello les conducirá y transportará a un azaroso y cada vez más peligroso y complicado peregrinaje, que les llevará a verse implicados e inmersos en innumerables avatares y peligros, hasta finalmente quedar enterados y ser conocedores de la existencia de un complot para asesinar a sus majestades los Reyes Católicos.
Mientras tanto, en la actualidad, en un despacho del Vaticano existe una creciente incertidumbre y nerviosismo por la falta de noticias sobre su agente secreto en España, así como de la oculta secta a la que financian y respaldan.
Por el mismo tiempo y en la localidad de Alcañiz (España), Raúl y Sandra, anteriores protagonistas y sufridores de las delictivas andanzas de dicha secta de la alianza, reciben una misteriosa e inquietante carta de un desconocido e ignorado familiar suyo, que les insta urgentemente a reunirse con él en una pequeña y apartada localidad francesa.