Febrero de 1813. Con los convoyes de Canadá y del Caribe cayendo víctimas de los corsarios estadounidenses, sir Richard Bolitho vuelve a Halifax para proseguir una guerra que sabe que nadie ganará, pero que ni Gran Bretaña ni los Estados Unidos pueden permitirse perder. El almirante más joven de Inglaterra sólo desea la paz. Pero no la encontrará en las heladas aguas canadienses, donde una nación joven y enojada afirma su identidad y unos hombres que comparten un patrimonio común mueren en un baño de sangre. Ni habrá paz para los que siguen a la Cruz de San Jorge: ni para el amargado Adam, que llora a su amada y a su barco, ni para el contralmirante Valentine Keen, que debe enfrentarse al dolor y a la responsabilidad. Ni tampoco la habrá por parte de aquellos enemigos que aprovechan aquel conflicto entre naciones como instrumento para una venganza personal.
De vuelta a Inglaterra tras la dramática toma de Martinica, el vicealmirante Sir Richard Bolitho descansa por poco tiempo de la guerra y la política en brazos de su amada, Lady Catherine Somervell. Pero la sombra de un nuevo conflicto oscurece ya el horizonte. Su viejo enemigo, Francia, ha forjado una alianza con Estados Unidos. Juntos, amenazan las rutas comerciales británicas. Bolitho recibe la orden de zarpar de inmediato hacia el océano Índico, y a pesar de ser uno de los puntales de la Marina de su país, empieza a preguntarse si podría llegar a vivir lejos del mar.
Febrero de 1806, Sudáfrica. El vicealmirante Sir Richard tiene que ayudar a las fuerzas de tierra a retomar Ciudad del Cabo de manos de los holandeses. Impaciente por volver a casa, Bolitho decide una vez más que las medidas más audaces son las mejores y demuestra que los valientes no mueren en vano. Pero apenas hay un respiro. Tras el fracaso de la diplomacia, se une a la expedición que ha de bombardear Copenhague. Tras el triunfo en una nueva batalla constata que, en realidad, el único vencedor es… la Muerte.